Sí, todo empezó diciendo una verdad. Pero en tiempos de engaños y mentiras, aquello sonó como anatema.La sociedad democrática no podía permitirlo. Los hechiceros, llamaron a arrebato. La Inquisición mediática echó a andar y empezó la cacería. ¡A la hoguera, a la hoguera! -gritaban los coriceos. Tenía que retractarse, renegar de su fe, rezar y sobre todo penar por su gran pecado.
A la vez, todos juntos en unión, iniciaron el recorrido de desagravio por los Centros de Culto de las vaquitas, corderitos, cerditos y otros animales del arca de Noe. Imágenes bellas y bucólicas, acariciándolos, abrazándolos, cantando salmos y loas invadieron nuestras casas. El maligno no iba a ganar. La Fake News democrática triunfaría.
Pero un Garzon, aun exorzizado, no se retractó. Defendió la verdad. Así, sin miedo a la hoguera, a la lapidación y la estigmatización.
Lo tenía claro, si nuestras abuelas y madres decían que los pollos no sabían a pollo, que si los conejos no sabían a conejo, y que si el cerdo, la ternera, y el cordero al guisarlos saben raro, raro, esas carnes llenas de pastillas y antibióticos no pueden ser buenas.
Y no lo dudó. La verdad es el único camino que nos puede hacer libres.
Por eso yo de mayor quiero ser Garzon.
Los nuestros, las libres.